La época de la vendimia está llegando a su fin y, con ella, las oportunidades de disfrutar de todo tipo de uvas en su punto de maduración. La cultura vinícola impone la necesidad de aprovechar la producción para sacar los mejores caldos, pero una vez que se ha cumplido ese objetivo y con las barricas llenas, es posible aprovechar algunas de las uvas que sobran en la elaboración de otros productos. ¿Qué os parece el mosto?
El mosto casero es el jugo natural de la uva una vez extraído y sin fermentación alguna. Es el zumo, puro, con un alto contenido en azúcares, pero también en vitaminas, antioxidantes y flavonoides que, al no haber pasado la fermentación, se conservan intactos.
Aunque esta bebida goza de mala fama entre los refrescos por ser muy dulce, hay que señalar que, al ser un preparado extraído directamente de la uva, presenta varias ventajas frente a los refrescos de cola y sabores artificiales que normalmente se degustan en su lugar. Así, el mosto carece de aditivos como los azúcares y colorantes y tampoco es una bebida carbonatada, de modo que no lleva gas. Además, los mostos se presentan en envases más pequeños que otras bebidas refrescantes, lo que también ayuda a mantener bajo cierto control la ingesta de azúcares.
Pero, vamos al grano, ¿es posible hacer mosto casero?
Sí, es posible, y además, es fácil.
Hacer mosto casero es muy sencillo
De todo lo que necesitas para tener mosto en casa, lo más importante son las uvas, puesto que hay distintas formas de extraer el jugo, de modo que puedes valerte de aparatos y técnicas variadas.
A la hora de elegir las uvas, usa la misma filosofía que emplearías para degustarlas en la mesa. Evita uvas pasadas, que estén abiertas o que presenten síntomas de deterioro. Lávalas, si no las has cultivado tú, puesto que el uso de sulfatos es la tónica presente en la mayoría de los cultivos.
Por último, sepáralas de los racimos, si vas a realizar una cantidad pequeña de mosto.
Si lo que tienes es una gran cantidad de uva y piensas recurrir a una prensa, este paso no merece la pena.
Para pequeñas cantidades, puedes recurrir a diferentes métodos con los que exprimir las uvas, por ejemplo, machacarlas con tus propias manos, usando un balde. No te recomendamos que uses la batidora o trituradora, ya que no facilita la extracción paulatina del jugo, sino que tritura el material sin excluir las pepitas, que también se abren con facilidad, y eso da un toque amargo al líquido.
Si vas a emplear tu material de viticultura, el proceso es pan comido: colocar las uvas, estrujar con la prensa y recoger el líquido. Ten en cuenta que lo que interesa es el zumo, de modo que con el jugo de las dos primeras pasadas será suficiente.
Sea como sea tu producción, a gran escala o a nivel doméstico, debes retirar el jugo lo más limpio posible. Con un colador puedes evitar que se filtren impurezas desde el primer momento.
Lo bueno del mosto es que no hay que esperar. Una vez que sale de la prensa, ya tenemos el producto listo para ser servido, pero, ojo, mejor es degustarlo frío o, incluso, con hielo.
Uno de los dilemas de quien realiza mosto es su conservación, ya que el zumo de uva tiende a fermentar con facilidad. El principal elemento para luchar contra esto es la refrigeración. Así, dependiendo de la cantidad de líquido y del nivel de madurez de la uva, esta oxidación llegará antes o después.
Una vez que tu mosto está en reposo puedes seguir eliminando impurezas para disfrutar de un líquido con un color más cristalino. Este proceso es sencillo, solo debes trasvasar el líquido con cuidado de una jarra a otra, tratando de no remover los posos. Puedes recurrir a un colador o chino para ayudarte en esta tarea.
Si has elaborado más mosto del que vas a consumir fresco, puedes optar por la pasteurización (cocer al baño maría a 70 grados media hora y después envasar en botes higienizados y sin oxígeno), o por la congelación (recuerda no usar botellas de cristal), aunque, por lo general, el mosto casero es una bebida que se aprecia fresca y en plena temporada.